Ben Miller, un joven norteamericano afincado en Carolina del Sur, ha encontrado una reliquia de incalculable valor en Korthia.

El archivista Roh Suir nos ha encomendado a los adalides la tarea de recuperar todo archivo o reliquia perdido en Korthia. De no ser así, los agentes superintendentes del Carcelero, podrían hacerse con ese conocimiento antes que nosotros y usarlo para cosas de seres malvados (como poner piña en una hamburguesa).

Sin embargo, nuestro protagonista de hoy, el joven Miller, ha encontrado la reliquia de las reliquias, de un valor que no se puede medir. Dentro de unos champiñones autóctonos halló el artefacto, un extraño papiro.

En él, se podía leer en perfecto korthiano lo inimaginable. El documento poseía unas runas doradas en los márgenes que, aparentemente, podían adornar el escrito, pero nada más lejos de la realidad. Esas runas se iluminaron al leer el manuscrito en su totalidad y, de repente, una pluma etérea emergió de aquellas runas, pues éstas se desligaron del documento, para posteriormente materializarse después de un destello de luz, en esa extraña y divina pluma.

El joven Miller, en primera instancia no se dió cuenta del valor de su nueva adquisición, parecía un objeto épico como cualquier otro, pero cuando se lo llevó al Archivista Roh Ruir, éste lo miro ojiplático y le certificó lo que en realidad era aquél documento.

Adalid, lo que tienes en tus manos es un contrato. Si lo firmas, sellarás tu destino a un proyecto que ni yo mismo alcanzo a entender. La pluma tiene un poder latente que me impide discernir con claridad el tipo de magia con la que ha sido concebida. No hay manera de comprobar si la recompensa es buena o mala. — Archivista Roh Suir

Aquellas palabras del archivista avivaron la curiosidad del joven norteamericano. Era evidente que esa reliquia era única. Un objeto aparentemente épico, cercano a uno legendario, pero nadie había datamineado nada semejante. ¿Qué hacer entonces? Firmar o ¿entregárselo al archivista para que lo catalogue y se pierda?

La pluma levitaba al lado del documento, que se movía en sincronía con la posición de la reliquia. Aparentemente, estaba esperando que su nuevo dueño tomara una decisión.

Ben se fijó que, en los bordes de la reliquia, había unas runas aún más pequeñas, al principio eran totalmente invisibles, pues las runas de donde emergió la pluma las tapan por su tamaño. Aquellas runas eran muy distintas, de un color dorado casi transparente, se iban difuminando con el tiempo, poco a poco se estaban “perdiendo”.

Ben se puso alerta, interpretó aquel reciente hallazgo como una cuenta atrás, no podía pensar durante mucho más tiempo qué hacer. Tenía que tomar una decisión, firmar y asumir las consecuencias al aceptar un contrato de un Plano que no entendía, o entregarle aquella reliquia al archivista y aceptar que nunca podría saber la verdad sobre ese papiro.

Al final Ben se decidió, primero dubitativo, pero finalmente tomó aquella pluma mágica, y antes de aquellas runas semitransparente se esfumaran del todo, cerró lo ojos con miedo y firmó.

Una voz resonante se escuchó: “ Tu destino está sellado, adalid de Azeroth”.

Al abrir los ojos, nuestro protagonista se encontró con algo que le dejó ojiplático, no entendía del todo que había pasado, pero su rostro se tornó de incredulidad a emoción.

Felicidades Adalid. En Korthia hay tesoros y artefactos de muchos mundos. No tenía ni idea que algo similar a esto, podría encontrarse aquí. Tengo entendido que en tu mundo esto es importante. Espero que sepas valorarlo con sabiduría. — Archivista Roh Suir

Aquel tesoro aleatorio, aquella reliquia abandonada, era un contrato, un contrato mortal.

Era un contrato de duración indefinida de un curro flipante, un trabajo, en tiempos de crisis. El joven Miller, sin pretenderlo, había encontrado en un juego, la solución económica y laboral que en IRL no pudo.

«Los personajes y hechos retratados en este artículo son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia.»