Era una mañana como otra cualquiera en las oficinas de «El Pergamino», cuando alguién llamó a la puerta.

Más que llamar, era como si la estuviesen arañando.

Dejamos de lado nuestras importantísimas tareas para atender a la primera visita que recibíamos en toda la historia de nuestro prestigioso periódico.

Lo que nos encontramos al otro lado de la puerta nos dejó a los tres sin aliento, literalmente: tuvimos que aguantar la respiración por el mal olor que desprendía.

Se trataba nada más y nada menos que de un Gnoll… bueno, una Gnoll para ser exactos (aunque esto no lo sabríamos hasta segundos después)

Se presentó como Hoggarminda, la abuela del archiconocido Hogger.

Soy pitonísa y he leído en las estrellas que me vais a contratar para vuestro periódico. He estado leyendo vuestro horóscopo de las últimas semanas y permitidme que os diga que es una auténtica chapuza, a partir del próximo lunes me encargaré yo. 

Hoggarminda con su bola de cristal

Así es como Hoggarminda ha llegado a nuestras vidas y parece que se va a quedar. Esta (para nada) dulce anciana se encargará de la publicación semanal del horóscopo y puede que también cubra algunos consejos sobre herboristería y cosas de ésas.

También nos puede contar alguna que otra anécdota de señora mayor que a nadie le importe.

Mi nieto nunca fue un chico malo, solamente que tuvo grandes aspiraciones y siempre se preocupó por su pueblo.

Mi segundo hijo Hoggerlino (el padre de Hogger) siempre dijo que sería un chico que llegaría lejos, pero nunca pensamos que llegaría a la cárcel de Ventormenta. 

¿Qué fue lo que hizo mal? ¿Mordisquear unos cuantos huesos de gnomo? ¡Maldita sea, a nadie le gustan los Gnomos, él solo hizo lo que todo el mundo pensaba y nadie se atrevió!

Hogger corriendo por el bosque como un alegre y desenfadado Gnoll (como su abuela lo describe)