Pillados en el “fragor” de la batalla

Dos estudiantes de la Universidad Complutense de Orgrimmar ha sido pillados haciendo cositas de índole privada en la sala de mecanografía. Una sala prácticamente en desuso desde hace 20 años, pero que, inexplicablemente, sigue formando parte de la vieja universidad.

Esta historia nos la relata el conserje, un viejo grúmel llamado Tolondro, (lo conoceréis por ser un comerciante habitual de Jorundall; sí, estoy seguro que lo habréis visto en una de las muchas expediciones insulares que habéis realizado durante BFA, jeje salu2). Tolondro estaba haciendo su ronda nocturna, como es habitual en él, y notó algo de jarana en dicha sala. Al principio no le dió importancia pues la Universidad, en esencia, es ruidosa y bullente. Siempre hay alumnos por todas partes, y los estudiantes, bueno, están en una edad complicada: no acaban de ser del todo adalides ni tampoco son alters, pero lo que está claro es que algunos ya tienen inquietudes “sociales” muy desarrolladas.

El viejo Tolondro nos relata que, en la lejanía de aquel pasillo en la universidad, escuchaba lo que, a priori, parecían unas indicaciones de un líder de asalto. Órdenes escuetas, directas, con energía y decisión. Lo cierto es que aquellas voces estaban fuera de lugar, no era el sitio adecuado para practicar mecánicas de asalto, ni tampoco era el alboroto de un grupo de incursión estándar. Al prestar un poco más de atención, dedujo que al menos 2 estudiantes estaban en aquella sala que apenas ya nadie usaba.

A medida que avanzaba por el pasillo en dirección de aquélla aula, eran más comprensibles los berreos que se escuchaban desde la distancia.

  • ¡Venga, va, va, tírate prepoti ya! — Exclamaba una voz femenina
  • La tengo en CD, pero usaré BL cuando estés al 30% — Respondía otra masculina
  • Jajaja, que flipao. Venga tío, que si no, vamos a wipear, ¡joer! y otro try no lo hacemos ya.

Cuando estaba cerca para poder asomarse por el cristal de la puerta del aula, de repente todo se volvió en silencio. Tolondro se extrañó, claro, y ya se dió cuenta, en ese preciso momento, que aquello no eran prácticas ni nada. Algo muy raro estaba sucediendo allí.

Abrió una de sus mochilas grúmel y buscó en su interior un manojo de llaves. Fue mirando una a una, hasta que encontró una llave con la etiqueta: “aulas”. Abrió la puerta, y la atmósfera estaba cargada. Olía a gris-gris, él sabía que allí había alguien sudoroso. Preguntó si había alguien, pero no respondió nadie. Echó un vistazo y parecía todo en su sitio, salvo por un pequeño detalle del que se percató cuando iba a marcharse, sin darle importancia al tema. Una poción de celeridad estaba vacía al lado de una maquina de escribir en una estantería.

Tomó aquél frasco y lo acercó a su hocico, era evidente que se había descorchado hacá poco, todo el mundo sabe que el efecto es potente, pero se pasa rápido. El viejo grúmel frunció el ceño y, con las mismas, dejó el frasco donde estaba y se marchó. Volvió a cerrar aquél aula e hizo como que se marchaba. Desde el interior de aquella sala llena de máquinas de escribir, se escuchó los pasos desvanecerse en la distancia por el pasillo.

  • Joder tía, ¿no dijiste que aquí no viene nadie? Casi nos pillán— Comentó la voz masculina
  • ¿Qué te pasa Tael? no me digas que lo que cuentan de los belfos es cierto, jaja — Contestó con voz burlona la voz femenina
  • Sabes que decir “Belfo” es discriminación ¿verdad? No sé en qué momento me dejé liar por una yonki del maná.
  • Jajaja, anda, anda… termina de vestirte, lo hemos pasado bien. Además, la poti que te he preparado te ha ayudado con tu “pequeño” problemilla. Aunque has sido muy torpe en dejar la botella vacía aquí. Menos mal que tiré embozo de encubrimiento y no nos ha visto el conserje.

Los jóvenes, con algún resto de BL aún en el cuerpo, recogieron sus pertenencias y, a medio vestir, forzaron la cerradura de la sala para salir de allí cuanto antes.

Al abrir la puerta, se encontraron….

[Continuará]

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